Aquella era la tercera vez en el mes que me obligaban a comer carne, la que yo misma tuve que asar. No soportaba ese condenado olor, cabe destacar que no tolero la comida en general, pero particularmente el aroma de la carne me repugna intensamente. Todo el mundo recalcaba lo delgada que estaba, sin embargo, mi espejo gritaba lo contrario. Y que importante era mi bello espejo, aquel que siempre rayaba, ese que una vez rompí y cuando me preguntaban qué había sucedido, contestaba muy serena: “no lo sé, quizá se cayó”. No entraba mucho bocado alguno a mi organismo, y cuando lo permitía, escuchaba una voz en mi interior hablando de lo gorda que lucía tras ingerir casi cualquier cosa. Y ahí estaba de nuevo, vomitando todo lo que podía. Nadie sospechaba mi irracional actuar, hasta que un día olvidé cerrar bien la puerta, sentí la voz de un varón y lo siguiente fue una gran bofetada en mi mejilla, sabía que era mi padre pero de un modo irónico quise preguntar: “¿quién eres?”, él reaccionó y susurró: “no fue mi intención”. Desde entonces no me quitaban sus ojos de encima, medio mundo estaba pendiente de lo que hacía en el día. Pero no todo estaba perdido, puesto que por las tardes mi familia solía disfrutar de la hora del té que para mí significaba libertad por al menos 30 minutos en los cuales vomitaba todo lo que ingería durante el día.
Siempre creí que este modo de vivir no traería grandes problemas, pero ya casi ni fuerzas tenía. Una vez me serví un vaso de zumo de naranja y de pronto lo solté, me quedé pasmada, apenas me movía, por lo que mi hermano tuvo que limpiar. Miré alrededor de la casa y comencé a ver todo borroso, me sujete de la mesa pero fue en vano, puesto que luego yacía en el suelo desmayada.
Finalmente le tuve que revelar a los médicos todo el daño que me causé y estos después de hojear mi expediente clínico declararon mis trastornos alimenticios. En aquel instante, anorexia, bulimia y yo supimos que no habría más hora del té.
Una dura realidad!!
Muy buen relato, un abrazo🌹
Me gustaLe gusta a 1 persona
abrazos virtuales 💜
Me gustaMe gusta
Es un relato duro sobre una realidad muy presente.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es verdad Alicia, es por eso que debemos hablar de ello y no pretender que no existe, ya que eso no disminuirá la situación
Me gustaLe gusta a 1 persona
Por desgracia muchas personas lo padecen.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Qué duro. Y si es así evidencia tu fortaleza ante los avqtqres de la vida. A míme parece que escribes de miedo. Me encanta leerte. A ver cuando compartimos una de esas veladas de te.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Los trastornos alimenticios suelen comenzar de manera silenciosa, y es entonces que debemos ser precavidos con nuestros pares cercanos, dado que se está hablando de una vida que podría estar en peligro. Gracias por leerme, Vicente. Como siempre un placer:)
Me gustaLe gusta a 2 personas
Sin comentarios (cuando en realidad lo hago), bien directo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias por leerme honey:)
Me gustaLe gusta a 2 personas