La hora del té

Aquella era la tercera vez en el mes que me obligaban a comer carne, la que yo misma tuve que asar. No soportaba ese condenado olor, cabe destacar que no tolero la comida en general, pero particularmente el aroma de la carne me repugna intensamente. Todo el mundo recalcaba lo delgada que estaba, sin embargo, mi espejo gritaba lo contrario. Y que importante era mi bello espejo, aquel que siempre rayaba, ese que una vez rompí y cuando me preguntaban qué había sucedido, contestaba muy serena: “no lo sé, quizá se cayó”. No entraba mucho bocado alguno a mi organismo, y cuando lo permitía, escuchaba una voz en mi interior hablando de lo gorda que lucía tras ingerir casi cualquier cosa. Y ahí estaba de nuevo, vomitando todo lo que podía. Nadie sospechaba mi irracional actuar, hasta que un día olvidé cerrar bien la puerta, sentí la voz de un varón y lo siguiente fue una gran bofetada en mi mejilla, sabía que era mi padre pero de un modo irónico quise preguntar: “¿quién eres?”, él reaccionó y susurró: “no fue mi intención”. Desde entonces no me quitaban sus ojos de encima, medio mundo estaba pendiente de lo que hacía en el día. Pero no todo estaba perdido, puesto que por las tardes mi familia solía disfrutar de la hora del té  que para mí significaba libertad por al menos 30 minutos en los cuales vomitaba todo lo que ingería durante el día.

Siempre creí que este modo de vivir no traería grandes problemas, pero ya casi ni fuerzas tenía. Una vez me serví un vaso de zumo de naranja y de pronto lo solté, me quedé pasmada, apenas me movía, por lo que mi hermano tuvo que limpiar. Miré alrededor de la casa y comencé a ver todo borroso, me sujete de la mesa pero fue en vano, puesto que luego yacía en el suelo desmayada.

Finalmente le tuve que revelar a los médicos todo el daño que me causé y estos después de hojear mi expediente clínico declararon mis trastornos alimenticios. En aquel instante, anorexia, bulimia y yo supimos que no habría más hora del té.

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9 comentarios en “La hora del té

    1. Los trastornos alimenticios suelen comenzar de manera silenciosa, y es entonces que debemos ser precavidos con nuestros pares cercanos, dado que se está hablando de una vida que podría estar en peligro. Gracias por leerme, Vicente. Como siempre un placer:)

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