Forasteros en apuros

—Voh’ te vai’ a parar y nos vai’ a dejar en la misma casa, conchetumare —dijo Borracha con una Báltica en la mano, la que anteriormente había roto con intenciones de amenazar, dejando trozos de vidrio por todo el lugar.

Pendeja había presenciado situaciones bastante hostiles, mas nunca se vio inmersa en algo que la involucrara directamente.

—Yo creo que podemos solucionar esto como personas civilizadas. Lo que ocurre es que estamos muy eb…—. Sus palabras fueron interrumpidas por alguien que discrepaba indudablemente.

—No, nosotros no estamo’ na’ curaos, tú eri’ la que teni’ que virarte al toque de acá. Tu amiguito me empujó, bien embarao’ que fue el culiao.

Definitivamente no tenía intenciones de permitir que tales forasteros permanecieran en sus tierras.

—Oye si el Chapita es el dueño de casa, voh’ no teni’ nah’ pito que tocar acá. Mancima el loco no quería ni que entrarai’, por eso es que el Pendejo te echó cagando.

Con la frase del pito, Pendejo se perdió en sus pensamientos, imaginando el miembro viril de Chapita siendo tocado, mientras se fuma un pito de marihuana. Tras esto, deja escapar una risa sutil.

—¿Qué weá te parece chistosa a voh’?—. Mientras decía esto, se acercó paulatinamente a Pendejo con la mirada más intimidante que pudo esbozar.

Pendeja se tapaba la cara cuestionando por qué era necesario destruirse tantos días alcoholizándose en aquel lugar.

—Si te acercai’ a los cabros, te reviento la jeta a botellazos. ¿Me escuchaste, gil culiao?

En verdad Borracha era (de momento) la mejor aliada que podrían tener. Y solo a base de un despertar proveniente de Pendeja, que llevaba el objetivo de sumisa despedida. Su intención era abandonar el recinto, caminando por la carretera hasta su pueblo encontrar.

—Ya te dije Chapita, ponte vio’ y calienta el motor del auto al toque pa’ que nos vayai’ a dejar —finalizó (de momento) Borracha con vasta confianza.

Los campesinos hostiles, continuaron gritando blasfemias, de manera persistente. A las que Pendeja respondía con frases como: «oye que ordinarios». Con esto, aquella muchacha se dio cuenta que debía trabajar en la jerga hostil con la que se comunica la gente de esa calaña. Sobre todo para el exilio de un trío de alcohólicos, sin ánimos de pleitos.

Bajo algunas ofensas, por alguna razón Pendeja intentó en reiteradas ocasiones abrir la puerta del vehículo con gran enfado e instintos suicidas.

—Córtala Pendeja, si ya vamos llegando, ¡mierda! No pesqui’ al Chapita, si el weón ta too’ curao—. Se reflejaba el intento de Borracha por calmar la situación con tal ternura.

—Igual de curao que ustedes no más, par de camionas —agrega Pendejo sin tomarse las cosas en serio como de costumbre.

—Ahh no, si habló el vivo ejemplo de la sobriedad, fleto culiao—. Infalibles replicas de Pendeja, que demuestran vasto amor entre los dos.

—Ya poh’, paren su weá, y bájense luego del auto, que ya llegamos—. Dicho esto, Borracha tomó su mochila, que extrañamente pesaba más que de costumbre.

Ingresaron al inmueble, encontrándose con Borracho recostado, y dormido.

—Despierta, Borracho, y vístete rápido. Mientras saco yerba, tú movis la raja y nos vamos pa’ la laguna—. Velozmente comienza a husmear en la habitación en búsqueda del frasco del relajo. De pronto dirige su mirada hacia Pendejo.

—Ridícula, yo ya estoy moliendo la mota. Búscate papel y filtro mejor, pa’ hacer un cañiulef. Así fumamos antes, durante y después de salir. Visionaaaria pues niña—.

Entre risas, Pendeja era la única un tanto descontenta.

—¿No podemos quedarnos aquí? Ya llevamos mucho tiempo jaraneando, yo no quiero más guerra. Opino que su fumaita y al sobre, quiero puro dormir. Aparte no queda ni cerveza—. Bostezando, intenta continuar con su humilde aporte verbal. Mas no pudo seguir por tan conocida interrupción.

—Maricona que eri’ fome, mancima tú eri’ la que siempre dice: «soldado que guerra, sirve pa’ otra arranca». O algo así era la weaita. Tú abuela te decía —añade nuevamente con nula seriedad en el asunto, mientras enciende un buen porro.

—No sé qué intentó decir este maricón, pero eso de la pilsen tiene solución —agregó Borracha—. Si tu abuela era la que decía algo así como: «para todo hay muerte, menos para la solución»—. Otra más uniéndose a la falta de seriedad de la situación.

—¿Qué weá están hablando el par de estúpidos? Mi abuela ha de estar revolcándose en su tumba.

—Pero Pendeja, tu abuela sigue viva —se atrevió a añadir Borracho, mientras terminaba de vestirse.

—Puta sí, pero la acaban de matar hablando tanta incoherencia junta.

—Tamo’ listos entonces. A la laguna se ha dicho, si queda ahí mismo Pendeja, como pa’ que no te quejis. Es prácticamente el patio de Borracho y Borracha—. Con esto Pendejo ya se encontraba casi afuera del recinto.

—Que conste, los voy a acompañar de puro copuchento que soy. Yo no sé qué weá les pasó, pero debe ser una buena historia—. Se había convencido de acompañar a sus amigos y ser el Borracho adicto por opción.

Se unieron todos a la caminata casi sin chistar, y con la poca energía que les quedaba.

—Puta el porro me dejó con la boca seca, ojalá hubiésemos traído las dos chelas que se nos quedaron. La puta madre—. Siempre disconforme la Pendeja, para variar.

—Adivina quién las trajo en su mochila, maricona—. Se había pronunciado la mejor frase de la semana que hayan querido escuchar. En ese momento, Borracha se convirtió en la gloria hecha persona.

—Puta que eri’ bacán weona, pero pasa la pilsen pa’ acá mejor—. La sed viva de Pendejo suele tomar el control de forma inmediata.

—Bueno, esta semana aprendimos que no se debe confiar en gente chunga, si ni conocíamos al Chapita. La pura Borracha no más—. Las cátedras de Pendeja siempre culminan en gran reflexión.

—Es obvio que llegó la flaca profunda en este momento. Deberiai’ disfrutar de la laguna mañanera, y de los vicios que te ofrece el destino —empieza a beber como el Pendejo ebrio que es—. Oye Borracha, ¿de dónde conociste al Chapita? Supongo que en persona y hace mucho tiempo.

—De Facebook parece, hace un par de días —finaliza.

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